¡TAN COSTOSO Y SIN EMBARGO GRATUITO!
Por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Rom. 5: 18.
El dinero no puede comprarla, ni el intelecto discernirla, ni el
poder mandarla; mas Dios concede generosamente su gracia a todos los que
quieran aceptarla. Pero los hombres deben sentir su necesidad y, renunciando a
toda dependencia propia, aceptar la salvación como un don. Los que entren en el
cielo no escalarán sus muros mediante su propia justicia, ni se abrirán sus
portales para ellos como consecuencia de costosas ofrendas de oro o plata, sino
que obtendrán entrada en las mansiones de la casa del Padre por medio de los
méritos de la cruz de Cristo.
Para el hombre pecador, el más grande consuelo, la mayor causa de
regocijo, es que el cielo ha dado a Jesús para que sea el Salvador del
pecador... Se ofreció para recorrer el terreno donde Adán tropezó y cayó; para
hacer frente al tentador en el campo de batalla, y para vencerlo en favor del
hombre. Contempladlo en el desierto de la tentación. Ayunó durante cuarenta
días y cuarenta noches, soportando los más fieros embates de los poderes de las
tinieblas. Pisó "solo el lagar, y de los pueblos nadie" hubo a su
lado (Isa. 63: 3). No fue para sí mismo, sino para quebrantar la cadena que
mantenía a la raza humana esclavizada a Satanás.
Así como Cristo en su humanidad buscaba fuerza de su Padre para
poder soportar la prueba y la tentación, también debemos hacerlo nosotros.
Debemos seguir el ejemplo del inmaculado Hijo de Dios. Necesitamos diariamente
ayuda, gracia y poder de la Fuente de todo poder. Debemos echar nuestras
impotentes almas sobre el Único que está pronto a ayudarnos en todo momento de
necesidad. Demasiado a menudo nos olvidamos del Señor. Cedemos a nuestros
impulsos y perdemos las victorias que deberíamos ganar.
Si
somos vencidos, no dilatemos en arrepentirnos y en aceptar el perdón que nos
pondrá en posición ventajosa. Si nos arrepentimos y creemos, será nuestro el
poder purificador de Dios. Su gracia salvadora se ofrece gratuitamente. Su
perdón se otorga a todos los que quieran recibirlo... Con cada pecador que se
arrepiente, los ángeles de Dios se regocijan con cantos de gozo. Ni un pecador
necesita perderse. El don de la gracia redentora es pleno y gratuito
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