Irán de poder en poder; verán a Dios en Sion. Salmos 84:7. – {AFC 368.3}
Todo el cielo ha estado contemplando con intenso interés a los que pretenden ser el pueblo que guarda los mandamientos de Dios. Este es el pueblo que debería ser capaz de reclamar para sí las abundantes promesas de Dios; que debería ir de gloria en gloria y de poder en poder; que debería estar en una posición que le permitiera reflejar la gloria de Dios en las obras que realiza... – {AFC 368.4}
Hemos recibido abundantes bendiciones de Dios, pero no debemos detenernos aquí. Debemos captar cada vez más los rayos de la luz divina del cielo. Debemos colocarnos donde podamos recibir la luz y reflejarla, en su gloria, sobre el camino de otros... – {AFC 368.5}
Necesitamos beber cada vez más de la fuente de vida... Debéis dar este testimonio viviente: “Esto es lo que el Señor ha hecho por mi alma”. El Señor está listo para impartir bendiciones aún mayores. Permitió, que toda su bondad pasara delante de Moisés: proclamo su carácter delante de él como un Dios lleno dé misericordia, paciente y bondadoso, que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado. Moisés debía representar este carácter delante del pueblo de Israel, y nosotros debemos hacer lo mismo. Debemos ir a proclamar la bondad de Dios y a mostrar claramente cuál es su verdadero carácter. Debemos reflejar su gloria... Manifestemos el carácter de Dios ante los demás como lo hizo Moisés ante Israel, tanto en el espíritu como en la vida. Debemos recibir la luz de su rostro, lleno de compasión y amor, y reflejarla a las almas que perecen. – {AFC 368.6}
Os invito a manteneros en contacto con Dios, a seguir bebiendo de la fuente de agua viva. Podéis ser como árboles plantados junto a ríos de aguas, cuyas hojas no se marchitan. Podéis estar llenos de rocío para refrescar a otros y darles gracia y consuelo. Amo a Jesús ahora y quiero conocerlo cada vez más. Solo he comenzado a conocerlo aquí, pero nos espera una eternidad en la que se nos revelará su gloria, y conoceremos cada vez mejor a nuestro divino Señor.—The Review and Herald, 26 de febrero de 1889. – {AFC 369.1}
sábado, 29 de diciembre de 2012
Resultados del Trabajo de Cristo
Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Isaías 53:11. – {AFC 367.3}
¿Qué sostuvo al Hijo de Dios en su vida de pruebas y sacrificios? Vio los resultados del trabajo de su alma y fue saciado. Mirando hacia la eternidad, contempló la felicidad de los que por su humillación obtuvieron el perdón y la vida eterna. Su oído captó la aclamación de los redimidos. Oyó a los salvos cantar el himno de Moisés y del Cordero.—Los Hechos de los Apóstoles, 431. – {AFC 367.4}
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. En cada momento de la vida de Cristo en nuestro mundo, Dios estaba repitiendo su don. Cristo, el inmaculado, realizaba un sacrificio infinito por los pecadores, a fin de salvarlos. Fue varón de dolores, experimentado en quebrantos, y los que vino a salvar lo tuvieron por azotado, herido de Dios y abatido. Se puso en su mano la copa del sufrimiento, como si él fuera culpable, y la apuró hasta la última gota. Llevó el pecado del mundo hasta sus últimas amargas consecuencias... Nada puede medir ni computar la magnitud del amor manifestado en la cruz del Calvario... – {AFC 367.5}
En cada aflicción soportada por el hijo vemos reflejada la angustia del Padre. El Padre mismo obró con la grandeza de su amor todopoderoso en bien de un mundo que perecía en el pecado. Mediante el sacrificio realizado, se puso ante cada hijo e hija de Adán el don de la vida eterna.—Carta 100, 1911. – {AFC 368.1}
Los redimidos de Cristo son sus joyas, su tesoro precioso y peculiar. Serán “como piedras de diadema” (Zacarías 9:16), y “la riqueza de su gloria de su herencia en los santos”. Efesios 1:18. En ellos “verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho”.—The Review and Herald, 22 de octubre de 1908. – {AFC 368.2}
domingo, 7 de octubre de 2012
Por
la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra
ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma
promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo
arquitecto y constructor es Dios. Heb. 11: 9-10.
Jesús
ascendió al Padre como representante de la raza humana, y Dios hará
que aquellos que reflejan su imagen lo contemplen y compartan con él
su gloria. Hay hogares para los peregrinos de la tierra. Hay mantos
para los justos, coronas de gloria y palmas de victoria. Las
providencias de Dios que ahora nos producen perplejidad serán
entonces aclaradas. Las cosas difíciles de comprender encontrarán
una explicación. Los misterios de la gracia se abrirán delante de
nosotros. Donde nuestras mentes finitas descubrieron solamente
confusión y propósitos frustrados, veremos la armonía más
perfecta y hermosa. Sabremos que un amor infinito ordenó las
experiencias que nos parecieron más penosas y difíciles de
sobrellevar. Al comprender el tierno cuidado de quien hace que todas
las cosas obren para nuestro bien, nos regocijaremos con un gozo
indescriptible y pleno de gloria.
El
dolor no puede existir en la atmósfera del cielo. En el hogar de los
redimidos no habrá lágrimas, cortejos fúnebres ni símbolos de
luto. "No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en
ella le será perdonada la iniquidad" (Isa. 33: 24). Una rica
corriente de felicidad fluirá y se profundizará a medida que la
eternidad transcurra. Piensen en esto; díganselo a los que sufren y
están tristes, y estimúlenlos a regocijarse en la esperanza. Cuanto
más nos acerquemos a Jesús, tanto más claramente veremos la pureza
y grandeza de su carácter, y menos inclinados nos sentiremos a
exaltar al yo. El contraste entre nuestros caracteres y el suyo
conducirá a la humillación del alma y a un profundo escudriñamiento
del corazón. Cuanto más amemos a Jesús, más cabalmente nos
humillaremos y nos olvidaremos del yo...
El
manso de espíritu, el que es más puro y más semejante a un niño,
será fortalecido para la batalla con poder por medio del Espíritu
de Dios en el hombre interior...
Nuestro
Dios es una ayuda siempre presente en tiempo de necesidad. Conoce los
pensamientos más secretos de nuestros corazones y todas las
intenciones y los propósitos que abrigan nuestras almas. Cuando
estamos en perplejidad, aun antes que le contemos nuestras angustias,
él está tomando las providencias para nuestra liberación. 287
Octubre
5. CRISTO VIVIÓ UNA VIDA DE HUMILDE OBEDIENCIA *
Y
aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y
habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación
para todos los que le obedecen. Heb. 5: 8-9.
Cristo
vino a nuestro mundo y vivió en un hogar de aldeanos. Vistió las
mejores ropas que sus padres pudieron proveerle, pero fueron ropas de
campesino, Anduvo por ásperos senderos y escaló las pronunciadas
laderas de las colinas y montañas. Cuando caminaba por las calles
estaba aparentemente solo, porque los ojos humanos no podían
contemplar a sus asistentes celestiales. Aprendió el oficio de
carpintero, para poder señalar como honorable y ennoblecedora toda
labor honesta realizada por los que trabajan con la mira puesta en la
gloria de Dios...
Cristo,
el Señor de toda la tierra, fue un humilde artesano. No fue
comprendido, y se lo trató con desdén y desprecio. Pero había
recibido su comisión y autoridad del poder más elevado, del
Soberano del cielo. Los ángeles fueron sus servidores, porque Cristo
estaba ocupado en los negocios de su Padre tanto cuando trabajaba
junto al banco de carpintero como cuando realizaba milagros para las
multitudes. Pero ocultó el secreto de la vista del mundo. No
antepuso títulos elevados a su nombre a fin de que su posición
fuera comprendida, sino que vivió la ley real de Dios. Su obra
comenzó al ennoblecer el humilde oficio del artesano que debía
esforzarse por lograr su pan cotidiano... Si la vida de Cristo
hubiera transcurrido entre los grandes y los ricos, el mundo de los
que debían trabajar duramente se habría visto privado de la
inspiración que el Señor quería que tuviera.
La
vida de Cristo fue mansa y humilde. Eligió esa vida a fin de poder
ayudar a la familia humana. No se colocó sobre un trono como el
Comandante de toda la tierra. Dejó a un lado su manto real, se quitó
la corona regia para ser uno de los componentes de la familia humana.
No tomó sobre sí la naturaleza de los ángeles. Su obra no fue el
oficio sacerdotal de acuerdo con las designaciones de los hombres.
Era imposible para éstos comprender su exaltada posición a menos
que el Espíritu Santo la hiciera conocer. En nuestro favor revistió
su divinidad con humanidad y descendió del trono real. Renunció a
su posición de Comandante de las cortes celestiales... De esta
manera, ocultó su gloria bajo la apariencia de la humanidad para
poder tocar a la humanidad con su poder divino y transformador.
jueves, 4 de octubre de 2012
LOS PLANES DE DIOS
Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Heb. 11:9-10.
Jesús ascendió al Padre como representante de la raza humana, y Dios hará que aquellos que reflejan su imagen lo contemplen y compartan con él su gloria. Hay hogares para los peregrinos de la tierra. Hay mantos para los justos, coronas de gloria y palmas de victoria. Las providencias de Dios que ahora nos producen perplejidad serán entonces aclaradas. Las cosas difíciles de comprender encontrarán una explicación. Los misterios de la gracia se abrirán delante de nosotros. Donde nuestras mentes finitas descubrieron solamente confusión y propósitos frustrados, veremos la armonía mas perfecta y hermosa. Sabremos que un amor infinito ordenó las experiencias que nos parecieron más penosas y difíciles de sobrellevar. Al comprender el tierno cuidado de quien hace que todas las cosas obren para nuestro bien, nos regocijaremos con un gozo indescriptible y pleno de gloria.
El dolor no puede existir en la atmósfera del cielo. En el hogar de los redimidos no habrá lágrimas, cortejos fúnebres ni símbolos de luto. "No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad" (Isa. 33:24). Una rica corriente de felicidad fluirá y se profundizará a medida que la eternidad transcurra. Piensen en esto; díganselo a los que sufren y están tristes, y estimulenlos a regocijarse en la esperanza. Cuanto más nos acerquemos a Jesús, tanto mas claramente veremos la pureza y grandeza de su caracter, y menos inclinados nos sentiremos a exaltar al yo. El contraste entre nuestros caracteres y el suyo conducirá a la humillación del alma y a un profundo escudriñamiento del corazón. Cuanto más amemos a Jesús, más cabalmente nos humillaremos y nos olvidaremos del yo...
El manso de espiritu, el que es más puro y mas semenjante a un niño, será fortalecido para la batalla con poder por medio del Espiritu de Dios en el hombre interior...
Nuestro Dios es una ayuda siempre presente en tiempo de necesidad. Conóce los pensamientos más secretos de nuestros corazones y todas las intenciones y los propositos que abrigan nuestras almas. Cuando estamos en perplejidad, aun antes que le contemos nuestras angustias, él está tomando las providencias para nuestra liberación.
Tomado de el Matinal "Dios nos Cuida"
por Elena. G de White
sábado, 29 de septiembre de 2012
ELENA G. DE WHITE
Mi Historia II parte.
Mientras estaba arrodillada y oraba con otras personas que también
buscaban al Señor, decía yo en mi corazón: "¡Ayúdame, Jesús! ¡Sálvame o
pereceré! No cesaré de implorarte hasta que oigas mi oración y reciba yo el
perdón de mis pecados". Sentía entonces como nunca mi condición necesitada
e indefensa.
Arrodillada todavía en oración, mi carga me abandonó
repentinamente y se me alivió el corazón. Al principio me sobrecogió un
sentimiento de alarma, y quise reasumir mi carga de angustia. No me parecía tener derecho a sentirme alegre y feliz. Pero Jesús parecía estar muy cerca de
mí, y me sentí capaz de allegarme a él con todas mis pesadumbres, infortunios y
tribulaciones, en la misma forma como los necesitados, cuando él estaba en la
tierra, se allegaban a él en busca de consuelo. Tenía yo la seguridad de que
Jesús comprendía mis tribulaciones y se compadecía de mí. Nunca olvidaré
aquella preciosa seguridad de la ternura compasiva de Jesús hacia un ser como yo,
tan indigno de su consideración. Durante aquel corto tiempo que pasé
arrodillada con los que oraban, aprendí mucho más acerca del carácter de Jesús
que cuanto hasta entonces había aprendido.
Una de las madres en Israel se acercó a mí diciendo: "Querida
hija mía, ¿has encontrado a Jesús?" Yo iba a responderle que sí, cuando
ella exclamó: "¡Verdaderamente lo has hallado¡ Su paz está contigo. Lo veo
en tu semblante".
Repetidas veces me decía yo a mí misma: "¿Puede ser esto la
religión? ¿No estoy equivocada?" Me parecía pretender demasiado, un
privilegio demasiado exaltado. Aunque muy tímida como para confesarlo
abiertamente, yo sentía que el Salvador me había otorgado su bendición y el
perdón de mis pecados.
"En novedad de vida"
Poco después terminó el congreso metodista y nos volvimos a casa.
Mi mente estaba repleta de los sermones, exhortaciones y oraciones que habíamos
oído. Durante la mayor parte de los días en que se celebró la asamblea, el
tiempo estaba nublado y lluvioso, y mis sentimientos armonizaban con el
ambiente climático. Pero luego el sol se puso a brillar esplendorosamente y a
inundar la tierra con su luz y calor. Los árboles, las plantas y la hierba
reverdecían lozanos y el firmamento era de un intenso azul. La tierra
parecía sonreír bajo la paz de Dios. Así también los rayos del Sol de justicia
habían penetrado las nubes y las tinieblas de mi mente y habían disipado su
melancolía.
Me parecía que todos debían estar en paz con Dios y animados de su
Espíritu. Todo cuanto miraban mis ojos me parecía cambiado. Los árboles eran
más hermosos y las aves cantaban más melodiosamente que antes, como si alabasen
al Creador con su canto. Yo no quería decir nada, temerosa de que aquella
felicidad se desvaneciera y perdiera la valiosísima prueba de que Jesús me
amaba.
La vida tenía un aspecto distinto para mí. Veía las aflicciones
que habían entenebrecido mi niñez como muestras de misericordia para mi bien, a
fin de que, apartando mi corazón del mundo y de sus engañosos placeres, me
inclinase hacia las perdurables atracciones del cielo.
Poco después de regresar del congreso, fui recibida, juntamente
con otras personas, en la Iglesia Metodista para el período de prueba. Me
preocupaba mucho el asunto del bautismo. Aunque joven, no me era posible ver
que las Escrituras autorizasen otra manera de bautizar que la inmersión.
Algunas de mis hermanas metodistas trataron en vano de convencerme de que el
bautismo por aspersión era también bíblico. El pastor metodista consintió en
bautizar a los candidatos por inmersión si ellos a conciencia preferían ese
método, aunque señaló que el método por aspersión sería igualmente aceptable
para Dios.
Llegó por fin el día de recibir este solemne rito. Éramos doce
catecúmenos, y fuimos al mar para que nos bautizaran. Soplaba un fuerte viento
y las encrespada olas barrían la playa; pero cuando cargué esta pesada
cruz, mi paz fue como un río. Al salir del agua me sentí casi sin fuerzas
propias, porque el poder del Señor se asentó sobre mí. Sentí que desde aquel
momento ya no era de este mundo, sino que, del líquido sepulcro, había
resucitado a nueva vida. Aquel mismo día por la tarde fui admitida formalmente
en el seno de la Iglesia Metodista.
NOTAS BIOGRÁFICAS DE ELENA G. DE WHITE
Narración
autobiográfica hasta
1881 y resumen de su
vida posterior basado en fuentes originales.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
¡TAN COSTOSO Y SIN EMBARGO GRATUITO!
Por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Rom. 5: 18.
El dinero no puede comprarla, ni el intelecto discernirla, ni el
poder mandarla; mas Dios concede generosamente su gracia a todos los que
quieran aceptarla. Pero los hombres deben sentir su necesidad y, renunciando a
toda dependencia propia, aceptar la salvación como un don. Los que entren en el
cielo no escalarán sus muros mediante su propia justicia, ni se abrirán sus
portales para ellos como consecuencia de costosas ofrendas de oro o plata, sino
que obtendrán entrada en las mansiones de la casa del Padre por medio de los
méritos de la cruz de Cristo.
Para el hombre pecador, el más grande consuelo, la mayor causa de
regocijo, es que el cielo ha dado a Jesús para que sea el Salvador del
pecador... Se ofreció para recorrer el terreno donde Adán tropezó y cayó; para
hacer frente al tentador en el campo de batalla, y para vencerlo en favor del
hombre. Contempladlo en el desierto de la tentación. Ayunó durante cuarenta
días y cuarenta noches, soportando los más fieros embates de los poderes de las
tinieblas. Pisó "solo el lagar, y de los pueblos nadie" hubo a su
lado (Isa. 63: 3). No fue para sí mismo, sino para quebrantar la cadena que
mantenía a la raza humana esclavizada a Satanás.
Así como Cristo en su humanidad buscaba fuerza de su Padre para
poder soportar la prueba y la tentación, también debemos hacerlo nosotros.
Debemos seguir el ejemplo del inmaculado Hijo de Dios. Necesitamos diariamente
ayuda, gracia y poder de la Fuente de todo poder. Debemos echar nuestras
impotentes almas sobre el Único que está pronto a ayudarnos en todo momento de
necesidad. Demasiado a menudo nos olvidamos del Señor. Cedemos a nuestros
impulsos y perdemos las victorias que deberíamos ganar.
Si
somos vencidos, no dilatemos en arrepentirnos y en aceptar el perdón que nos
pondrá en posición ventajosa. Si nos arrepentimos y creemos, será nuestro el
poder purificador de Dios. Su gracia salvadora se ofrece gratuitamente. Su
perdón se otorga a todos los que quieran recibirlo... Con cada pecador que se
arrepiente, los ángeles de Dios se regocijan con cantos de gozo. Ni un pecador
necesita perderse. El don de la gracia redentora es pleno y gratuito
ELENA G. DE WHITE
Mi Historia I parte...
- Mi Infancia
Nací en Gorham, población del Estado de Maine Estados Unidos, el 26 de noviembre de 1827. Mis padres, Roberto y Eunice Harmon, residían desde hacía muchos años en dicho Estado. Desde muy jóvenes fueron fervorosos y devotos miembros de la lglesia Metodista Episcopal, en la que ocuparon cargos importantes, pues trabajaron durante un período de cuarenta años por la conversión de los pecadores y el adelanto de la causa de Dios. En ese tiempo tuvieron la dicha de ver a sus ocho hijos convertirse y unirse al redil de Cristo.
Siendo yo todavía niña, mis padres se trasladar de Gorham a Portland, también en el Estado de Maine donde a la edad de nueve años me ocurrió un accidente cuyas consecuencias me afectaron por el resto mi vida. Atravesaba yo un terreno baldío en la ciudad de Portland, en compañía de mi hermana gemela y de una condiscípula, cuando una muchacha de unos trece años, enfadada por alguna cosa baladí, nos tiró una piedra que vino a darme en la nariz. El golpe me dejó tirada en el suelo, sin sentido.
Al recobrar el conocimiento me encontré en la tienda de un comerciante. Un compasivo extraño se ofreció a llevarme a mi casa en un carruaje. Yo, sin darme cuenta de mi debilidad, le dije que prefería ir a pie. Los circunstantes no se imaginaban que la herida fuera tan grave, y consintieron en dejarme ir. Pero a los pocos pasos desfallecí, de modo que mi hermana gemela y mi condiscípula hubieron de transportarme a casa.
No tengo noción alguna de lo que ocurrió por algún tiempo después del accidente. Según me dijo luego mi madre, transcurrieron tres semanas sin que yo diese muestras de conocer lo que me sucedía. Tan sólo mi madre creía en la posibilidad de mi restablecimiento, pues por alguna razón ella abrigaba la firme esperanza de que no me moriría.
Al recobrar el uso de mis facultades, me pareció que despertaba de un sueño. No recordaba el accidente, y desconocía la causa de mi mal. Se me había dispuesto en casa una gran cuna, donde yací por muchas semanas. Quedé reducida casi a un esqueleto.
Por entonces empecé a rogar al Señor que él me preparase para morir. Cuando nuestros amigos cristianos visitaban la familia, le preguntaban a mi madre si había hablado conmigo acerca de mi muerte. Yo entreoí estas conversaciones, que me conmovieron y despertaron en mí el deseo de ser una verdadera cristiana; así que me puse a orar fervorosamente por el perdón de mis pecados. El resultado fue que sentí una profunda paz de ánimo y un amor sincero hacia el prójimo, con vivos deseos de que todos tuviesen perdonados sus pecados y amasen a Jesús tanto como yo.
Muy lentamente recuperé las fuerzas, y cuando ya pude volver a jugar con mis amiguitas, hube de aprender la amarga lección de que nuestro aspecto personal influye en el trato que recibimos de nuestros compañeros.
Mi salud parecía irremediablemente quebrantada. Durante dos años no pude respirar por la nariz, y raras veces pude asistir a la escuela. Me era imposible estudiar y no podía acordarme de las lecciones. La misma muchacha que había sido causa de mi desgracia fue designada por la maestra como instructora de la sección en que yo estaba, y entre sus obligaciones tenía la de enseñarme a escribir y darme clases de otras asignaturas. Siempre parecía sinceramente contristada por el grave daño que me había hecho, aunque yo tenía mucho cuidado de no recordárselo. Se mostraba, muy cariñosa y paciente conmigo y daba indicios de estar triste y pensativa al ver las dificultades con que yo tropezaba para adquirir una educación.
Tenía yo un abatimiento del sistema nervioso, y me temblaban tanto las manos que poco adelantaba en la escritura y no alcanzaba más que a hacer sencillas copias con caracteres desgarbados. Cuando me esforzaba en aprender las lecciones, parecía como si bailotearan las letras del texto, mi frente quedaba bañada con gruesas gotas de sudor, y me daban vértigos y desmayos. Tenía accesos de tos sospechosa, y todo mi organismo estaba debilitado.
Mis maestras me aconsejaron que dejase de asistir a la escuela y no prosiguiese los estudios hasta que mi salud mejorase. La más terrible lucha de mi niñez fue la de verme obligada a ceder a mi flaqueza corporal, y decidir que era preciso dejar los estudios y renunciar a toda esperanza de obtener una preparación.
En Marzo de 1840 el Sr. Guillermo Miller vino a Portland para dar una serie de conferencias sobre la segunda venida de Cristo. Estas conferencias produjeron grandísima sensación. La iglesia cristiana de la calle Casco donde se las presentó, estuvo colmada de gente noche y día. No se produjo una conmoción alocada, sino el ánimo de cuantos las escucharon se sobrecogió solemnemente. Y el interés por el tema no sólo se despertó en la ciudad, sino que de toda la comarca llegaban día tras día multitudes que se traían la comida en cestos y se quedaban desde la mañana hasta que terminaba la reunión de la tarde.
Yo asistía a esas reuniones en compañía de mis amigas. El Sr. Guillermo Miller exponía las profecías con tal exactitud que llevaba el convencimiento al ánimo de los oyentes. Se extendía especialmente en la consideración de los períodos proféticos y presentaba muchas pruebas para reforzar sus argumentos; y sus solemnes y enérgicas exhortaciones y advertencias a quienes no estaban preparados, subyugaban por completo a las multitudes.
Cuatro años antes de esto, en mi camino a la escuela, yo había recogido un trozo de papel en el que se mencionaba a un hombre de Inglaterra que estaba predicando en su país que la tierra sería consumida aproximadamente treinta años a partir de entonces. Yo llevé esa hoja de papel y se la leí a mi familia. Al considerar el acontecimiento predicho me vi poseída de terror; parecía tan corto el tiempo para la conversión y la salvación del mundo. Me impresioné tan profundamente por el párrafo del trozo de papel, que apenas pude dormir durante varias noches, y oraba continuamente para estar lista cuando viniera Jesús,
Se me había enseñado que ocurriría un milenio temporal antes de la venida de Cristo en las nubes del cielo; pero ahora escuchaba el alarmante anuncio de que Cristo venía en 1843, a sólo breves años en lo futuro.
Se empezaron a celebrar reuniones especiales para proporcionar a los pecadores la oportunidad de buscar a su Salvador y prepararse para los tremendos acontecimientos que pronto iban a ocurrir. El terror y la convicción se difundieron por toda la ciudad. Se realizaban reuniones de oración, y en todas las denominaciones religiosas se observó un despertar general, porque todos sentían con mayor o menor intensidad la influencia de las enseñanzas referentes a la inminente venida de Cristo.
Cuando se invitó a los pecadores a que dieran testimonio de su convencimiento, centenares respondieron a la invitación, y se sentaron en los bancos apartados con ese fin. Yo también me abrí paso por entre la multitud para tomar mi puesto entre los que buscaban al Salvador. Sin embargo sentía en mi corazón que yo no lograría merecer llamarme hija de Dios. Muchas veces había anhelado la paz de Cristo, pero no podía hallar la deseada libertad. Una profunda tristeza embargaba mi corazón; y aunque no acertaba a explicarme la causa de ella, me parecía que yo no era lo bastante buena para entrar en el cielo, y que no era posible en modo alguno esperar tan alta dicha.
La falta de confianza en mí misma, y la convicción de que era incapaz de dar a comprender a nadie mis sentimientos, me impidieron solicitar consejo y auxilio de mis amigos cristianos. Así vagué estérilmente en tinieblas y desaliento, al paso que mis amigos, por no penetrar en mi reserva, estaban del todo ignorantes de mi verdadera situación.
El verano siguiente mis padres fueron a un congreso de los metodistas celebrado en Buxton, Maine, y me llevaron con ellos. Yo estaba completamente resuelta a buscar allí anhelosamente al Señor y obtener, si fuera posible, el perdón de mis pecados. Mi corazón ansiaba profundamente la esperanza de los hijos de Dios y la paz que proviene de creer.
Me alentó mucho un sermón sobre el texto: "Entraré a ver al rey, . . . y si perezco, que perezca" (Est. 4:16). En sus consideraciones, el predicador se refirió a los que, pese a su gran deseo de ser salvos de sus pecados y recibir el indulgente amor de Cristo, con todo vacilaban entre la esperanza y el temor, y se mantenían en la esclavitud de la duda por timidez y recelo del fracaso. Aconsejó a los tales que se entregasen a Dios y confiasen sin tardanza en su misericordia, como Asuero había ofrecido a Ester la señal de su gracia. Lo único que se exigía del pecador, tembloroso en presencia de su Señor, era que extendiese la mano de la fe y tocara el cetro de su gracia para asegurarse el perdón y la paz.
Añadió el predicador que quienes aguardaban a hacerse más merecedores del favor divino antes de atreverse a apropiarse de las promesas de Dios se equivocaban gravemente, pues sólo Jesús podía limpiarnos del pecado y perdonar nuestras transgresiones, siendo que él se comprometió a escuchar la súplica y a acceder a las oraciones de quienes con fe se acerquen a él. Algunos tienen la vaga idea de que deben hacer extraordinarios esfuerzos para alcanzar el favor de Dios; pero todo cuanto hagamos por nuestra propia cuenta es en vano. Tan sólo en relación con Jesús, por medio de la fe, puede el pecador llegar a ser un hijo de Dios, creyente y lleno de esperanza.
Estas palabras me consolaron y me mostraron lo que debía hacer yo para salvarme.
Desde entonces vi mi camino más claro, y empezaron a disiparse las tinieblas. Imploré anhelosamente el perdón de mis pecados, esforzándome para entregarme por entero al Señor. Sin embargo me acometían con frecuencia vivas angustias, porque no experimentaba el éxtasis espiritual que yo consideraba como prueba de que Dios me había aceptado, y sin ello no me podía convencer de que estuviese convertida. ¡Cuánta enseñanza necesitaba respecto a la sencillez de la fe!
NOTAS BIOGRÁFICAS DE ELENA G. DE WHITE
Narración autobiográfica hasta 1881 y resumen de su vida posterior basado en fuentes originales.
viernes, 13 de julio de 2012
LAS GENERACIONES UNIDAS
El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí. 1 Sam. 3:
1.
Aunque era muy joven cuando se le trajo a servir en el
tabernáculo, Samuel tenía ya entonces algunos deberes que cumplir en el
servicio de Dios, según su capacidad. Eran al principio muy humildes, y no
siempre agradables; pero los desempeñaba lo mejor que podía, con corazón
dispuesto...
Si se les enseñara a los niños a considerar el humilde ciclo de
deberes diarios como la conducta que el Señor les ha trazado, como una escuela
en la cual han de prepararse para prestar un servicio fiel y eficiente, ¡cuánto
más agradable y honorable les parecería su trabajo! El cumplimiento de todo
deber como para el Señor, rodea de un encanto especial aun los menesteres más
humildes, y vincula a los que trabajan en la tierra con los seres santos que
hacen la voluntad de Dios en el cielo.
La vida de Samuel desde su temprana niñez había sido una vida de
piedad y devoción. Había sido puesto bajo el cuidado de Elí en su juventud, y
la amabilidad de su carácter le granjeó el cálido afecto del anciano sacerdote.
Era bondadoso, generoso, diligente, obediente y respetuoso. El contraste entre
la vida del joven Samuel y la de los hijos del sacerdote era muy marcado, y Elí
hallaba reposo, consuelo y bendición en la presencia de su pupilo. Era cosa
singular que entre el principal magistrado de la nación y un simple niño
existiera tan cálido afecto. Samuel era servicial y afectuoso, y ningún padre
amó alguna vez a su hijo más tiernamente que Elí a ese joven. A medida que los
achaques de la vejez le sobrevenían a Elí, sentía más profundamente la conducta
desanimadora, temeraria, licenciosa de sus propios hijos, y buscaba consuelo y
sostén en Samuel.
Cuán conmovedor es ver a la juventud y la vejez confiando la una
en la otra, a los jóvenes buscando consejo y sabiduría en los ancianos, a los
ancianos buscando ayuda y simpatía en los jóvenes. Así debiera ser. Dios
quisiera que los jóvenes poseyesen tales cualidades de carácter, que
encontraran deleite en la amistad de los ancianos, para que puedan estar unidos
por los fuertes lazos del cariño con aquellos que se están aproximando a los
bordes del sepulcro.
Tomado de: Dios nos cuida
Por: Elena G. de White.
jueves, 12 de julio de 2012
ABRID EL DEPOSITO!!!
A mí, que soy menos que el más
pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los
gentiles el Evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo. (Efe. 3: 8)
En la Palabra de Dios hay ricas
minas de verdad que si las exploráramos toda nuestra vida, encontraríamos que
tan solo hemos comenzado a ver sus preciosos tesoros... Se necesitará de toda
la eternidad para comprender las riquezas de la gloria de Dios y de
Jesucristo...Cristo ha dicho: "Si alguno
tiene sed, venga a mí y beba" (Juan 7: 37). ¿Habéis extinguido ya la
fuente? No, porque es inextinguible. Podéis beber tan pronto como sintáis
necesidad, y beber de nuevo. La fuente siempre está llena. Y una vez que hayáis
bebido de esa fuente, no procuraréis apagar vuestra sed en las cisternas rotas
de este mundo... No, porque habéis bebido de la corriente que alegra la ciudad
de Dios. Entonces vuestro gozo será pleno, pues Cristo será en vosotros la
esperanza de gloria (Review and Herald, 15-3-1892).
Jehová Emanuel, "en el cual
están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento" y en el
cual "habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente",
conocerle, poseerle, mientras el corazón se abre más y más para recibir sus
atributos, saber lo que es su amor y su poder, poseer las riquezas
inescrutables de Cristo, comprender mejor "cuál sea la anchura y la
longura y profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede a
todo conocimiento, para que seáis llenos de da plenitud de Dios",
"ésta es la herencia de los siervos del Señor, ésta es la justicia que
deben esperar de mí, dice el Señor" (El Discurso Maestro de Jesucristo,
pág. 35).
No hay necesidad de que pasemos
hambre ni sed, al paso que el depósito del cielo está abierto para nosotros y
la llave nos es entregada. ¿Cuál es la llave? La fe, que es el don de Dios.
Abrid el depósito, tomad de sus ricos tesoros (Review and Herald, 15-3-1892).
miércoles, 11 de julio de 2012
LA ÚNICA MANERA DE VENCER
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Jos 1:8
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Jos 1:8
Si los hombres caminan en el sendero que Dios les ha señalado, tendrán un consejero cuya sabiduría está por encima de toda sabiduría humana. Josué era un general sabio porque Dios era su guía. La primera espada que Josué usó fue la espada del Espíritu, la Palabra de Dios...
Debido a que Josué tendría que hacer frente a las influencias más fuertes que se levantarían en contra de sus principios de justicia, el Señor misericordiosamente le encomendó que no se apartara ni a diestra ni a siniestra. Debía seguir un camino de estricta integridad... Si no hubiera habido peligro delante de Josué, Dios no le hubiera repetido una y otra vez que fuese valiente. Pero en medio de todas sus inquietudes, Josué tenía su Dios para guiarle.
No hay mayor engaño para un hombre que suponer que en cualquier dificultad puede encontrar un guía mejor que Dios, un consejero más sabio en cualquier emergencia, una defensa más fuerte bajo cualquier circunstancia.
El Señor tiene una gran obra para ser hecha en este mundo. La obra de Dios ha sido dada a cada hombre para que la realice. Pero el hombre no debe hacer del hombre su guía para que no sea conducido por el mal camino; esto es siempre inseguro. Mientras la religión de la Biblia incluye los principios de la actividad en el servicio, al mismo tiempo está la necesidad de pedir sabiduría diariamente de la Fuente de toda sabiduría. ¿Cuál fue la victoria de Josué? Meditarás en la palabra de Dios de día y de noche. La palabra del Señor llegó a Josué precisamente antes que pasara el Jordán... Este era el secreto de la victoria de Josué. Hizo de Dios su guía.
Los que ocupan cargos de consejeros debieran ser hombres generosos, hombres de fe, hombres de oración, hombres que no se atreverán a depender de su propia sabiduría humana, sino que buscarán diligentemente luz e inteligencia para comprender cuál es la mejor manera de desempeñar su cometido. Josué el dirigente de Israel, escudriñó diligentemente los libros en los cuales Moisés había anotado fielmente las instrucciones impartidas por Dios: sus requisitos, amonestaciones y restricciones, para no actuar imprudentemente.
Tomado de Matutina " Dios nos Cuida"
Por: Elenena G. De White
Que pase un un feliz dia!!!
Tomado de Matutina " Dios nos Cuida"
Por: Elenena G. De White
Que pase un un feliz dia!!!
martes, 10 de julio de 2012
¿PORQUE ESPERAR?
Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. Núm. 13:30
Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. Núm. 13:30
Fue la fe de Caleb en Dios la que le infundió valor, la que... le permitió ponerse firme y resueltamente de parte de la verdad. De la misma fuente excelsa, el poderoso General de los ejércitos del cielo, todo verdadero soldado de la cruz de Cristo debiera recibir fuerza y valor para vencer los obstáculos que frecuentemente parecen insalvables... Los que quieran cumplir su deber deben estar listos para hablar las palabras que Dios les indica y no palabras de duda, desaliento y desesperación.
Mientras los que dudan hablan de imposibilidades, mientras tiemblan ante el pensamiento de altos muros y fuertes gigantes, que los fieles Calebs, que tienen "otro espíritu", pasen al frente. La verdad de Dios, que trae salvación se anunciará a la gente si los ministros y creyentes profesos no ponen una valla en su camino, como lo hicieron los espías desleales.
En esta obra deben emplearse agentes humanos. Deben intensificarse el celo y la energía; los talentos que se están herrumbrando a causa de la inacción deben ser usados con poder en el servicio. La voz que dice: "Espera, no permitas que te impongan cargas", es la voz de los espías cobardes. Hacen falta Calebs que se apresuren a pasar al frente, jefes en Israel que con palabras valientes presenten un informe enérgico a favor de la acción inmediata. Cuando el pueblo egoísta, amante de lo fácil, presa de pánico, temeroso de altos gigantes y de muros inaccesibles, clame por la retirada, que la voz de los Calebs se escuche, aun cuando los cobardes permanezcan con sus piedras en las manos, listos a derribarlos por su fiel testimonio.
Se llama a los fieles Calebs en un momento cuando los incrédulos desprecian la palabra de Dios. Entonces es cuando han de permanecer firmes en el puesto del deber, sin ostentación y sin vacilar a causa de los vituperios. Los espías incrédulos estaban listos para destruir a Caleb. Este vio las piedras en las manos de os que habían llevado un informe falso, pero no se atemorizó; tenía un mensaje y lo daría. Aquellos que hoy son fieles a Dios manifestarán ese mismo espíritu.
Meditaciones Matinales
"Dios nos Cuida" por: Elena G. de White
lunes, 9 de julio de 2012
Nube y Fuego
Extendió una nube por cubierta, y fuego para alumbrar la noche. Sal. 105:39
Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino; y de noche en una columna de fuego para alumbrarles... El estandarte de su invisible caudillo estaba siempre con ellos. Durante el día la nube dirigía su camino, o se extendía como un dosel sobre la hueste. Servía de protección contra el calcinante sol y con su sombra y humedad daba grata frescura en el abrasado y sediento desierto. A la noche se convertía en una columna de fuego, que iluminaba el campamento, y les aseguraba constantemente que la divina presencia estaba con ellos.
En uno de los pasajes más hermosos y consoladores de la profecía de Isaias, se hace referencia a la columna de nube y de fuego para indicar cómo custodiará Dios a su pueblo en la gran lucha final con los poderes del mal: " Y creará Jehová sobre toda la morada del monte de Sion, y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas; porque sobre toda gloria habrá un dosel, y habrá un abrigo para sombra contra el calor del día para refugio y escondedero contra el turbión y contra el aguacero" (Isa. 4:5-6)
En el tiempo de prueba que nos espera, Dios pondrá garantía de seguridad sobre todos aquellos que hayan guardado la palabra de su paciencia. Cristo dirá a sus fieles: "Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación" (Isa.26:20). El León de Judá, tan temible para los que rechazan su gracia, será el Cordero de Dios para los obedientes y fieles. La columna de nube que significa ira y terror para el transgresor de la ley de Dios, será luz , misericordia y liberación para los que hayan guardado sus mandamientos. El fuerte brazo que hiere a los rebeldes, será fuerte para librar a los leales. Cada fiel será ciertamente recogido. "Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro"(Mat. 24:31)
domingo, 8 de julio de 2012
Viendo al Invisible
Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al invisible. Heb. 11:27
Moisés tenía un profundo sentido de la presencia personal de Dios. No miraba solamente a través de los siglos esperando que Cristo se manifestase en la carne, sino que veía a Cristo de una manera especial acompañando a los hijos de Israel en todos sus viajes. Dios era real para el, siempre presente en sus pensamientos.Cuando se le interpretaba erróneamente cuando estaba llamado a arrostrar peligros y soportar insultos por amor de Cristo, los sufría sin represalias. Moisés creía en Dios, como en aquel a quien necesitaba y quien le ayudaría por causa de su necesidad. Dios era para él un auxilio presente.
Mucha de la fe que vemos es meramente nominal; escasea la fe verdadera, confiada y perseverante. Moisés realizó en su propia experiencia la promesa de que Dios será galardonador de aquellos que le buscan diligentemente. Tenia respeto por la recompensa del galardón. En esto hay otro punto de la fe que deseamos estudiar: Dios recompensará al hombre de fe y obediencia. Si esta fe se lleva a la experiencia de la vida, habilitará a cada uno de los que temen y aman a Dios para soportar pruebas. Moisés estaba lleno de confianza en Dios, porque tenía una fe que se apropiaba de sus promesas. necesitaba ayuda y oraba por ella se aferraba a ella por la fe, y entretejía en su experiencia la creencia de que Dios lo cuidaba. Creía que Dios regía su vida en particular. Veía y reconocía a Dios en todo detalle de su vida, y sentía que estaba bajo el ojo del que todo lo ve, que pesa los motivos y prueba el corazón. Miraba a Dios, y confiaba en que él le daría fuerza para vencer toda tentación... La presencia de Dios bastaba para hacerle atravesar la situaciones mas penosas en las cuales un hombre pudiera ser colocado.
Moisés no pensaba simplemente en Dios; lo veía. Dios era la constante visión que había delante de él; nunca perdía de vista su rostro. Veía a Jesús como su salvador, y creía que los méritos del Salvador le serían imputados. Esta fe no era para Moisés una suposición; era una realidad. Esa es la clase de fe que necesitamos: la fe que soportará la prueba.¡Oh, cuantas veces sedemos a la tentación porque no mantenemos los ojos puestos en Jesús!
Tomado de Meditaciones Matinales
"Dios nos Cuida" por Elena G. de White.
sábado, 7 de julio de 2012
Julio 7, 2012
PODER GARANTIZADO
Porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Gén. 32:28
Si Jacob no se hubiese arrepentido antes por su pecado de tratar de conseguir la primogenitura mediante un engaño, Dios no habría podido oír su oración ni conservarle bondadosamente la vida. Así será en el tiempo de angustia. Si el pueblo de Dios tuviera pecados inconfesos que aparecieran ante ellos cuando los torturen el temor y la angustia, serían abrumados; la desesperación anularía su fe, y no podrían tener confianza en Dios para pedirle su liberación. Pero aunque tengan un profundo sentido de indignidad, no tendrán pecados ocultos que revelar. Sus pecados habrán sido borrados por la sangre expiatoria de Cristo, y no los podrán recordar...Todos los que traten de ocultar o excusar sus pecados, y permitan que permanezcan en los libros del cielo inconfesos y sin perdón, serán vencidos por Satanás. Cuanto más elevada sea su profesión, y cuanto mas honorable sea la posición que ocupen, tanto más grave será su conducta ante los ojos de Dios, y tanto más seguro será el triunfo del gran adversario.
Sin embargo, la historia de Jacob es una promesa de que Dios no desechará a los que fueron arrastrados al pecado, pero que se han vuelto al Señor con verdadero arrepentimiento. Por la entrega de sí mismo y por su confiada fe, Jacob alcanzó lo que no había podido alcanzar con su propia fuerza. Así el Señor enseño a su siervo que sólo el poder y la gracia de Dios podía darle las bendiciones que anhelaba. Así ocurrirá con los que vivan en los últimos días. Cuando los peligros los rodeen, y la desesperación se apodere de su alma, deberán depender únicamente de los méritos de la expiación... Nadie perecerá jamás mientras haga esto...
Jacob prevaleció porque fue perseverante y decidido... Este es el tiempo en que debemos aprender la lección de la oración que prevalece y de la fe inquebrantable. Las mayores victorias de la iglesia de Cristo o del cristiano no son las que se ganan mediante el talento o la educación, la riqueza o el favor de los hombres. Son las victorias que se alcanzan en la cámara de audiencia con Dios , cuando la fe fervorosa y agonizante se ase del poderoso brazo de la omnipotencia.
Meditaciones Matinales
Elena G. de White
Dios nos Cuida.
viernes, 6 de julio de 2012
Eligiendo una Esposa
No tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito; sino que irás a mi tierra y a mi parentela y tomarás mujer para mi hijo Isaac. Gén. 24:3-4.
La fe habitual de Abrahán en Dios y su sumisión a la voluntad divina se reflejaban en el carácter de Isaac; pero el joven era de afectos profundos, y de naturaleza benigna y condescendiente. Si se unía con una mujer que no temiera a Dios, se vería en peligro de sacrificar sus principios en aras de la armonía. Para Abrahán elegir esposa para su hijo era asunto de suma importancia y anhelaba que se casara con quien no le apartase de Dios...Abrahán había notado los resultados que desde los días de Caín hasta su propio tiempo dieran los casamientos entre los que temían a Dios y los que no le temían. Tenía ante los ojos las consecuencias de su propio matrimonio con Agar y las de los lazos matrimoniales de Ismael y de Lot La falta de fe de Abrahán y de Sara había dado lugar al nacimiento de Ismael, mezcla de la simiente justa con la impía. La influencia del padre sobre su hijo era contrarrestada por la de los idólatras parientes de su madre, y por la unión de Ismael con mujeres paganas...
La esposa de Lot era una mujer egoísta e irreligiosa, que ejerció su influencia para separar a su marido de Abrahán. Si no hubiera sido por ella, Lot no habría quedado en Sodoma, privado de los consejos del sabio y piadoso patriarca...
Nadie que tema a Dios puede unirse sin peligro con quien no le teme. "¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?" (Amós 3:3). La felicidad y la prosperidad del matrimonio dependen de la unidad que haya entre los esposos; pero entre el creyente y el incrédulo hay una diferencia radical de gustos, inclinaciones y propósitos. Sirven a dos señores entre los cuales la concordia es imposible. Por puros y rectos que sean los principios de una persona, la influencia de un cónyuge incrédulo tenderá a apartarla de Dios... El mandamiento del Señor dice: "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos" (2 Cor. 6:14)
Tomado de Meditaciones Matinales
"Dios nos Cuida" por Elena G. de White.
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