Por
la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra
ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma
promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo
arquitecto y constructor es Dios. Heb. 11: 9-10.
Jesús
ascendió al Padre como representante de la raza humana, y Dios hará
que aquellos que reflejan su imagen lo contemplen y compartan con él
su gloria. Hay hogares para los peregrinos de la tierra. Hay mantos
para los justos, coronas de gloria y palmas de victoria. Las
providencias de Dios que ahora nos producen perplejidad serán
entonces aclaradas. Las cosas difíciles de comprender encontrarán
una explicación. Los misterios de la gracia se abrirán delante de
nosotros. Donde nuestras mentes finitas descubrieron solamente
confusión y propósitos frustrados, veremos la armonía más
perfecta y hermosa. Sabremos que un amor infinito ordenó las
experiencias que nos parecieron más penosas y difíciles de
sobrellevar. Al comprender el tierno cuidado de quien hace que todas
las cosas obren para nuestro bien, nos regocijaremos con un gozo
indescriptible y pleno de gloria.
El
dolor no puede existir en la atmósfera del cielo. En el hogar de los
redimidos no habrá lágrimas, cortejos fúnebres ni símbolos de
luto. "No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en
ella le será perdonada la iniquidad" (Isa. 33: 24). Una rica
corriente de felicidad fluirá y se profundizará a medida que la
eternidad transcurra. Piensen en esto; díganselo a los que sufren y
están tristes, y estimúlenlos a regocijarse en la esperanza. Cuanto
más nos acerquemos a Jesús, tanto más claramente veremos la pureza
y grandeza de su carácter, y menos inclinados nos sentiremos a
exaltar al yo. El contraste entre nuestros caracteres y el suyo
conducirá a la humillación del alma y a un profundo escudriñamiento
del corazón. Cuanto más amemos a Jesús, más cabalmente nos
humillaremos y nos olvidaremos del yo...
El
manso de espíritu, el que es más puro y más semejante a un niño,
será fortalecido para la batalla con poder por medio del Espíritu
de Dios en el hombre interior...
Nuestro
Dios es una ayuda siempre presente en tiempo de necesidad. Conoce los
pensamientos más secretos de nuestros corazones y todas las
intenciones y los propósitos que abrigan nuestras almas. Cuando
estamos en perplejidad, aun antes que le contemos nuestras angustias,
él está tomando las providencias para nuestra liberación. 287
Octubre
5. CRISTO VIVIÓ UNA VIDA DE HUMILDE OBEDIENCIA *
Y
aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y
habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación
para todos los que le obedecen. Heb. 5: 8-9.
Cristo
vino a nuestro mundo y vivió en un hogar de aldeanos. Vistió las
mejores ropas que sus padres pudieron proveerle, pero fueron ropas de
campesino, Anduvo por ásperos senderos y escaló las pronunciadas
laderas de las colinas y montañas. Cuando caminaba por las calles
estaba aparentemente solo, porque los ojos humanos no podían
contemplar a sus asistentes celestiales. Aprendió el oficio de
carpintero, para poder señalar como honorable y ennoblecedora toda
labor honesta realizada por los que trabajan con la mira puesta en la
gloria de Dios...
Cristo,
el Señor de toda la tierra, fue un humilde artesano. No fue
comprendido, y se lo trató con desdén y desprecio. Pero había
recibido su comisión y autoridad del poder más elevado, del
Soberano del cielo. Los ángeles fueron sus servidores, porque Cristo
estaba ocupado en los negocios de su Padre tanto cuando trabajaba
junto al banco de carpintero como cuando realizaba milagros para las
multitudes. Pero ocultó el secreto de la vista del mundo. No
antepuso títulos elevados a su nombre a fin de que su posición
fuera comprendida, sino que vivió la ley real de Dios. Su obra
comenzó al ennoblecer el humilde oficio del artesano que debía
esforzarse por lograr su pan cotidiano... Si la vida de Cristo
hubiera transcurrido entre los grandes y los ricos, el mundo de los
que debían trabajar duramente se habría visto privado de la
inspiración que el Señor quería que tuviera.
La
vida de Cristo fue mansa y humilde. Eligió esa vida a fin de poder
ayudar a la familia humana. No se colocó sobre un trono como el
Comandante de toda la tierra. Dejó a un lado su manto real, se quitó
la corona regia para ser uno de los componentes de la familia humana.
No tomó sobre sí la naturaleza de los ángeles. Su obra no fue el
oficio sacerdotal de acuerdo con las designaciones de los hombres.
Era imposible para éstos comprender su exaltada posición a menos
que el Espíritu Santo la hiciera conocer. En nuestro favor revistió
su divinidad con humanidad y descendió del trono real. Renunció a
su posición de Comandante de las cortes celestiales... De esta
manera, ocultó su gloria bajo la apariencia de la humanidad para
poder tocar a la humanidad con su poder divino y transformador.